8.9.08

Encuentros en la calle Segovia.



Capitulo 4

-Joder Mari, te digo que he escuchado un ruido...-. Susurró Daniel escondido tras las sabanas.

-Menudo hombre estas hecho. Anda, duerme que te queda apenas una hora de sueño-.

Acurrucado bajo la aparente protección del edredón, Daniel, intentó en vano cerrar los ojos, pero un impulso mayor que su propia voluntad le obligaba constantemente a permanecer alerta. La luz de la ciudad entraba a trompicones por la ventana y, muy de vez en cuando, el ruido de un coche al pasar rompía el silencio propio de la oscuridad.
...
Unos pasos se escucharon en el rellano.
...
silencio

-Mari. Alguien se a parado frente a nuestra puerta-.
-Ay, no seas tonto-.
-¡Joder...! ¿acaso no has escuchado nada?-.
-¿Que puñetas voy a escuchar? Va, duermete que me tienes hasta las narices con tus estupideces. Si no quieres dormir coges y te vas al sofá, pero a mi no me com....-.

¡¡¡TOC TOC TOC!!!

-Me cago en la put...-. Dijo Mari mientras acojonada se acurrucaba entre las piernas de su marido.-
-¿Lo ves...? Te digo que alguien esta rondando nuestro rellano desde hace unos minutos...-.
-¡¿Y a santo de que iba nadie a rondar nuestro rellano a las cinco y media de la mañana?!-.
-¡¿Y yo que mierdas se, Mari...?!-.
-¡Joder pues a llamado a nuestra puert...!-.

¡¡¡¡¡¡TOC TOC TOC!!!!!!

silencio
solo la respiración entrecortada de ambos y el llanto quejumbroso propio del terror

-¡Oye cari que tengo mucho miedo....!-.

Se abrazaron muy fuerte.

-Voy a ir a ver, esperate aquí.- Dijo Daniel mientras descendia lentamente de la cama.
-¡Los cojones!- Y de un salto su mujer le alcanzó.
-tssss....-. Y a oscuras avanzaron lentamente hasta la puerta de la habitación.

Nunca antes el comedor habia presentado un aspecto tan desolador, tenues sombras se asemejaban ahora a siluetas deformes cargadas con malas intenciones...
Tras alcanzar a oscuras el sofá, pudieron ver por primera vez como un hilo de luz, casi imperceptible a simple vista, se dejaba caer por el lateral de la puerta de entrada. En ese mismo instante un papel se deslizó por debajo de esta, y unos pasos se alejaron al otro lado del recibidor. Daniel, sintiendose violento al ver que su asaltante huía escaleras abajo, se abalanzó sobre el pomo de la puerta y abrió esta de par en par.

-¡¡Oye!!-. Gritó al vacio. Porque allí ya no habia nadie.
...
-Cariño mira esto...-. Preocupada, susurró su mujer desde atrás.

En sus manos sostenia el papel que segundos antes se deslizó hasta la mitad del recibidor. En sangre aparecia escrita la palabra: hola.